La delicadeza

Muchos en este jardín definirían “lo delicado” como algo débil y vulnerable. Algo ya de por sí roto sólo por la cualidad de poder romperse con más facilidad que otras tantas cosas. La delicadeza es una palabra quebradiza y difusa que, seamos sinceros, no está muy de moda en estos últimos años. Es un término perteneciente al pasado. A la Inglaterra de Jane Austen o a los boleros más románticos de los años 60. Y, en todo caso, si es aplicable a estos tiempos, será una palabra más apropiada para la elite o para una clase social alta. No para el ciudadano medio, que mal se puede permitir algo tan aparentemente poco útil y superfluo. La delicadeza no tiene ya grandes partidarios, más bien produce cierto rechazo y recelo.

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Un hombre será pusilánime si tiene modales delicados. Probablemente nadie que merezca la pena conocer ni que tenga intereses más allá de mantener sus muy delicados modales. Una mujer delicada es mil veces peor. La mujer de hoy en día es fuerte y decidida. En el caso de ser delicada, será una niña de papá que poco sabe del mundo que la rodea. Una princesa en una burbuja que, de un momento a otro, explotará dándole una buena lección. En el caso de que la chica delicada nos caiga bien, entonces resultará “graciosa”, aunque no dejará de vivir en una burbuja de inminente fin.

Nos sentimos tan seguros y fuertes dejando a la delicadeza fuera de nuestras vidas que levantamos la cabeza bien alta, creyendo ver el mundo tal y como es, sin tintes ni colorantes, sin florituras y con valentía. Con orgullo vamos pregonando a los cuatro vientos nuestra gran sensatez, nuestro ferviente amor a la verdad y nos hacemos llamar realistas. Pero puede que usted, querido lector, ya se haya percatado de que hay algo que no encaja muy bien en ese autoproclamado “realismo”. Tal vez se pregunte: ¿todo esto para decirnos que la delicadeza ha muerto?  O, peor aún,  ¿que lo delicado se lo han apropiado quienes se lo pueden permitir? ¿Entonces la delicadeza es del todo inútil?

Seguramente se ha topado con una de los millones de personas que tienen una actitud tipo “la vida es muy puta”. Puede que usted mismo sea así. Los defensores a ultranza del modo “qué mierda de mundo” de ver las cosas responderán con toda seguridad que a las preguntas antes planteadas. Y es que todo lo sabemos, cosas muy poco delicadas pasan en la Tierra. Cosas que son la antítesis de la delicadeza y que quedan plasmadas muy bien en un dicho que los anglosajones tienen en su haber: shit happens. Lejos de querer cuestionar esta sabiduría popular, confirmo que shit happens y que happens mucho, mucho. Sin embargo, shit happens no puede eclipsar el gran poder que aún hoy en día tiene lo delicado en este mundo. Sí, lo digo claro para que todos nos entendamos: la delicadeza no sólo es parte diaria de nuestra vida, sino que es muy poderosa. No voy a mentir. No pienso en la vida como la canción La Vals d'Amelie del genial Yann Tiersen (una de las piezas emblema de la delicadeza por ser delicada en sí y pertenecer a una película de detalles delicados cuya actriz protagonista de delicada cara ha protagonizado otra película llamada La delicadeza).

La vida no es, tristemente, como esta gran pieza

El mundo que nos rodea es más como la canción It´s, oh, so quiet de la excéntrica Björk. Toda una mezcla de melodías delicadas como un sueño, alegres y entusiastas como un musical del viejo Hollywood y con gritos desgarradores que nos pillan por sorpresa y que rompen todos los esquemas.

La vida es rara, como Björk

No señor, no se puede concebir la vida sin esa tonada delicada que de vez en cuando llega. Sin esos rayos de otoño que penetran perezosos por nuestras ventanas, sin esa mirada de brisa que un padre da a su hijo sin venir mucho a cuento, sin esa palabra justa y suave que nos alegra el día... Tales momentos, aunque quebradizos, ¿acaso alguien pone en tela de juicio que son poderosos?

La prueba más clara del poder que tiene esta fuerza (aparentemente) sin fuerza, la podemos encontrar en el mundo de las palabras. Escritas o habladas, las que más rabia le den. De cualquier forma las palabras pueden ser un arma muy poderosa que puede dañar hondamente si no se utilizan con la delicadeza justa. Uno puede pensar que dichas palabras harán más daño a su interlocutor que a otra persona. Pero pasado el tiempo y vistas ciertas consecuencias (no olvidemos que cada acción tiene su reacción), uno puede cambiar de parecer y darse cuenta de que realmente es a usted a quien más han herido.

4 comentarios:

  1. La verdad es que siendo amable se suelen conseguir a largo plazo muchas más cosas, hasta un hijo de puta amable consigue más que el cabrón sin más. Se nos olvida que las formas son importantes, y la chica de la burbuja que nombras será menospreciada por su inocencia, pero su delicadeza hará que muchos la apoyen en esto y aquello.

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  2. Muy cierto Milady. Como siempre muy sabia :)

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  3. I believe in the eternity of the nice beings

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