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Nombre de jazz, puños como bombas

¿A quién amó Hilda Lorimer?
No todas las vidas son la de John Pendlebury, eso tengámoslo claro. Ni la mía, ni las de ustedes, ni la del mismísimo Humpty Dumpty. Pero ésta por la que pretendo llevarles de paseo, si es que se prestan, la encuentro fascinante por otro motivo: no parece haber ni pizca de amor en ella. Se trata de Elizabeth Hilda Lockhart Lorimer. Como todas sus elegías empiezan igual, no seré yo quien se salte la norma y les advertiré que no le gustaba nada que la llamaran Elizabeth. Puesto que ignoramos la razón, nos vemos forzados a respetarlo. Así que la llamaremos Hilda y sólo Hilda. Durante toda su larga vida no hubo otro nombre ni otro apellido; sólo Hilda.
¿Pendlebury? Por supuesto

Inglés de nacimiento y
tuerto desde los dos años, Pendlebury recibió una educación
elevada, en parte gracias a la intercesión del humanista Wallis
Budge, que le instó a conocer a los clásicos. Seguramente entonces
naciera su pasión por el mundo antiguo, que le haría pasar a la
historia como una referencia imprescindible del helenismo y la
egiptología, disciplinas en que empezó a destacar pronto.
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