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Nombre de jazz, puños como bombas

László Papp: nombre de jazz, puños como bombas, cuando no boxeaba era cartero para el Magyar Posta. Peso superwélter, 1.65m de altura. Nace en Budapest en 1926. Su cuerpo, como cualquier otro cuerpo, constaba de 300 huesos que se transformaron, con el paso a la edad adulta, en 206. 27 de ellos se encuentran en  cada mano. A uno de ellos nunca le gustó el boxeo. Papp tenía una pelota de goma que, según su creencia, aminoraba el dolor que el hueso le provocaba durante los entrenamientos y, particularmente, durante las peleas. Parece razonable que Papp lo empleara como talismán. Imagine la frustración de no poder hurtarle unos segundos de más al minuto de descanso que se concede entre round y round, quitarse el guante, la venda y manosear un poco la pelota.

¿A quién amó Hilda Lorimer?

No todas las vidas son la de John Pendlebury, eso tengámoslo claro. Ni la mía, ni las de ustedes, ni la del mismísimo Humpty Dumpty. Pero ésta por la que pretendo llevarles de paseo, si es que se prestan, la encuentro fascinante por otro motivo: no parece haber ni pizca de amor en ella. Se trata de Elizabeth Hilda Lockhart Lorimer. Como todas sus elegías empiezan igual, no seré yo quien se salte la norma y les advertiré que no le gustaba nada que la llamaran Elizabeth. Puesto que ignoramos la razón, nos vemos forzados a respetarlo. Así que la llamaremos Hilda y sólo Hilda. Durante toda su larga vida no hubo otro nombre ni otro apellido; sólo Hilda.

¿Pendlebury? Por supuesto

Debo decirle que si a estas alturas no sabe quién es John Pendlebury usted ha desperdiciado gran parte de su vida, amigo. Como el árbol que precisa de un rodrigón para crecer recto, así los humanos, incorregible especie, necesitamos prohombres que nos ayuden a enmendar nuestros frecuentes fallos. Y ahí entra en juego nuestro querido Johnny.

Inglés de nacimiento y tuerto desde los dos años, Pendlebury recibió una educación elevada, en parte gracias a la intercesión del humanista Wallis Budge, que le instó a conocer a los clásicos. Seguramente entonces naciera su pasión por el mundo antiguo, que le haría pasar a la historia como una referencia imprescindible del helenismo y la egiptología, disciplinas en que empezó a destacar pronto.