
Cuando absolutamente todos
ustedes, queridos lectores míos, andaban celebrando el día mundial del teatro,
yo me quedaba en casa pensando en la cantidad de cosas que podría estar
haciendo y no hago. Tú ya me entiendes. En contadísimas ocasiones se ha quedado
el Conejo Blanco en su madriguera, ustedes lo saben. ¿Por qué, se preguntarán,
se queda en casa en fecha tan señalada y no anda reclutando más jovencitas en
busca de aventuras? Pedofilias aparte, no
prolongaré durante más tiempo su curiosidad la de ustedes; me quedo en la
madriguera como forma de manifestación ante la desfachatez de dividir en
compartimentos estancos cada una de las facetas de nuestra vida.