¡Ñaaaaa! |
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“Yo defino la ficción post-apocalíptica como cualquier relato que trate de cómo los humanos vuelven a empezar tras el final de la vida tal y como la conocemos. […] Dicho final puede darse a través de causas naturales o ser inducido por el hombre, pero los finales por mediación divina no han de discutirse aquí.”
Claire P. Curtis. Postapocalyptic Fiction and the Social Contract.
Es de esta
negación, acentuada en el postmodernismo (esa corriente tan individualista en la que andamos todos sumergidos), de
donde se deriva la ficción post-apocalíptica, muy de moda hoy día, cuyo escenario
es el “después” de la catástrofe. Un escenario donde las ruinas del mundo
permanecen como un trauma insuperado y sobre las cuales los personajes que lo
habitan tratan de levantar un nuevo futuro.
Pero para lograr eso, parece necesario
entender primero las causas de la ruina y la catástrofe. La civilización
extinta ha cobrado a menudo poco menos que un carácter mítico y el presente
posterior a la catástrofe se disocia por completo del pasado. Los personajes
deben conocer y reconocer su entorno para poder establecer sus reglas y sus
sentidos. Desde este punto de vista, la literatura post-apocalíptica entronca
con la narrativa mítica de los textos antiguos, puesto que nos presenta una
serie de personajes con unas circunstancias muy similares a las de los primeros
pobladores. En ellos recae la responsabilidad de dar nombres e historias a las
cosas, que a su vez deriven en la creación de mitos, sagas y leyendas. Se trata
también de un escenario semejante al de otra cosa que también me gusta, fíjense:
el western. Los colonos que migran al oeste buscan de igual modo un nuevo
principio para sus vidas, una “tierra prometida” donde echar raíces y formar
dinastías, a la manera en que la buscan los supervivientes que vagan por los
yermos del mundo post-apocalíptico, o los judíos errantes del rebaño de Moisés.
Semita, vaquero o superviviente del apocalipsis: el rollo es el mismo |
Hasta aquí bien, pero ¿en cuánto se
diferencian entonces la ficción apocalíptica y el género bíblico en cuestión? Fumemos,
fumemos y pensemos, ustedes conmigo y yo con ustedes. El término “apocalipsis”,
palabrilla griega con la que San Juan intituló su relato, ha conocido a estas
alturas dos acepciones, fruto de su manoseo: una técnica y otra popular. Donde
al género bíblico hay que aplicarle necesariamente la primera noción, a la
ficción moderna apocalíptica y post-apocalíptica conviene aplicarle la segunda.
Popularmente, ya hemos visto que el apocalipsis se refiere a una catástrofe
violenta y de proporciones efectistas que detiene el reloj en la historia de
los hombres. No plantea promesas de orden y trascendencia. En su acepción
técnica, sin embargo, la apocalipsis es una revelación de la victoria final del
bien sobre el mal, a la que sucederá un juicio y el retorno a un orden
universal. Es la revelación, la visión simbólica, el “viaje celestial” a través
del cual los antiguos profetas entraban en contacto con los ángeles, como un
servidor con su narguile.
“Apocalipsis es un vocablo griego, utilizado ya antes de la era cristiana, que tiene el sentido de descubrir una parte del cuerpo, quitar un velo o desvelar algún secreto. Más tarde –con la difusión del Apocalipsis de San Juan– se especializa en el significado de obra literaria que desvela misterios, sobre todo referidos al fin del mundo.”
Antonio Piñero. Los apocalipsis.
La revelación en el texto bíblico
apocalíptico contempla pasado, presente y futuro (sobre todo futuro, que es más
útil para amenazar). Cuando la revelación es sobre el pasado, la narración
recupera los relatos míticos, y cuando es sobre el presente, descifra secretos
cosmológicos; el futuro presenta un fin de los tiempos al que sucede un restablecimiento
del orden. En cambio, no hay más orden restablecido en la ficción
post-apocalíptica que aquél instaurado frágilmente por los hombres, que además
suele partir desde la corrupción y hacia la opresión (saqueadores, bandas
criminales, émulos de los gobiernos de antes, etcétera) a fin de acentuar los
rasgos distópicos (o utópicos, según se mire) de un mundo devuelto a su
anarquía natural. La “visión” es la realidad materialista que se describe en
torno a los personajes, y su “viaje” es ahora terrenal, un periplo en pos de la
supervivencia. Por otro lado, desde nuestra realidad existe una revelación de futuro en la ficción
post-apocalíptica, pero dentro de ella el futuro ya no existe, el futuro ya ha sido, y sólo quedan presente y
pasado.
Así
que ya ven, gentes curiosas: ni el apocalipsis es lo que era. Sin
embargo aún hoy, en la ficción moderna, se mantiene la promesa de un tránsito,
un final para un principio, un “continuará”. Tal vez hayamos superado la ilusión
de trascender, pero la nada absoluta como final para todas las cosas nos aterra
igual que ayer. Eruca dixit.
De interés nacional:
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