Verdad y mentira: una historia de amor

“Las mentiras -dicen- tienen las piernas cortas”. Y es cierto, pero a veces también ágiles, según lo ejercitadas que estén.

“Pero ¿cómo ejercitarlas? -preguntaréis interesados y ávidos de directrices- ¿cómo elaborar la mentira perfecta?”. La respuesta no se hará esperar: dejemos de lado el rancio pudor; distingamos de los hechos aquello que nos conviene de lo que no; sustituyamos esto último por una nueva materia que, una vez modelada, nunca será una mentira, sino la mayor de las verdades; para terminar, como el mercader que está convencido de su producto, dediquémonos a difundirla, a distribuirla, a universalizarla.

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Nuestro resultado será como una piedra semipreciosa de la que, aun sin ser un rubí, nadie podrá negar el brillo. Siempre habrá quien recuerde algo de la parte cierta de nuestro relato, y eso nos hará ganar credibilidad a sus ojos. Sin embargo, hay que tener cuidado porque -¡ay de nosotros!- si en algún momento es dañina la avaricia precisamente es a la hora de mentir: no olvidemos dispersar en nuestro ingenioso producto un detalle o dos que militen en contra de nosotros mismos. Eso dará a nuestra mentira el sabor que la confitura aporta a un pastel y, además, ¿qué miedo vamos a tener? ¿acaso las imprecisiones de Cervantes en el Quijote le han impedido ser un peso pesado en la historia de la literatura? ¿es que los griegos han dejado de pasar por referencias intelectuales por ser xenófobos y esclavistas? Ya vemos que no, que de hecho eso los humaniza y nos hace apreciar más su virtud. Hagamos lo mismo con nuestras mentiras, perdón, con nuestras verdades.

Pero el problema es que siempre nos quedarán verdades por adornar, pues cada día aparecen más, y cada vez más pesadas, más incómodas. ¿Cuándo desterraremos esa sincera epidemia que tantas horas de disfrute nos ha robado? ¿Hasta cuándo vivirá ese parásito entre nosotros? Espero que no sea por siempre, y deseo que no por mucho tiempo. Entre tanto, señores, no nos engañemos: la verdad es un problema sin remedio.

2 comentarios:

  1. Nuestro entorno está construido a base de hermosas verdades, de las que nosotros mismos participamos. Es un arte bastante complejo y a la vez espléndido. Lo más paradójico, es que a pesar de saber cómo funciona somos tan simples que que caemos en nuestra propia trampa.

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