“Las mentiras -dicen-
tienen las piernas cortas”. Y es cierto, pero a veces también
ágiles, según lo ejercitadas que estén.
“Pero ¿cómo
ejercitarlas? -preguntaréis interesados y ávidos de directrices-
¿cómo elaborar la mentira perfecta?”. La respuesta no se hará
esperar: dejemos de lado el rancio pudor; distingamos de los hechos
aquello que nos conviene de lo que no; sustituyamos esto último por
una nueva materia que, una vez modelada, nunca será una mentira,
sino la mayor de las verdades; para terminar, como el mercader que
está convencido de su producto, dediquémonos a difundirla, a
distribuirla, a universalizarla.
* * * * *
Nuestro resultado será
como una piedra semipreciosa de la que, aun sin ser un rubí, nadie
podrá negar el brillo. Siempre habrá quien recuerde algo de la
parte cierta de nuestro relato, y eso nos hará ganar credibilidad a
sus ojos.
Sin embargo, hay que
tener cuidado porque -¡ay de nosotros!- si en algún momento es
dañina la avaricia precisamente es a la hora de mentir: no olvidemos
dispersar en nuestro ingenioso producto un detalle o dos que militen
en contra de nosotros mismos. Eso dará a nuestra mentira el sabor
que la confitura aporta a un pastel y, además, ¿qué miedo vamos a
tener? ¿acaso las imprecisiones de Cervantes en el Quijote le han
impedido ser un peso pesado en la historia de la literatura? ¿es que
los griegos han dejado de pasar por referencias intelectuales por ser
xenófobos y esclavistas? Ya vemos que no, que de hecho eso los
humaniza y nos hace apreciar más su virtud. Hagamos lo mismo con
nuestras mentiras, perdón, con nuestras verdades.
Pero el problema es que
siempre nos quedarán verdades por adornar, pues cada día aparecen
más, y cada vez más pesadas, más incómodas. ¿Cuándo
desterraremos esa sincera epidemia que tantas horas de disfrute nos
ha robado? ¿Hasta cuándo vivirá ese parásito entre nosotros?
Espero que no sea por siempre, y deseo que no por mucho tiempo. Entre
tanto, señores, no nos engañemos: la verdad es un problema sin
remedio.
Nuestro entorno está construido a base de hermosas verdades, de las que nosotros mismos participamos. Es un arte bastante complejo y a la vez espléndido. Lo más paradójico, es que a pesar de saber cómo funciona somos tan simples que que caemos en nuestra propia trampa.
ResponderEliminar¿De verdad?
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