Siéntense

Bien, veamos.
Vean.
Permitan que me siente.

Por supuesto, es un mero formalismo, pues ya estoy sentada. Lo que quería decir es que ya pueden sentarse ustedes. Tampoco se esparramen en sus butacas, un poco de decoro, que esto no es una noche de desvaríos con sus coleguitas, o como los llamen en la jerga del estrato social al que pertenezcan. Y no es que yo, por ser reina, pertenezca a uno.

*     *     *     *     *

“¿Que nooooooo?” Se burlarán prolongando innecesaria e irónicamente la “o”, es curioso cómo una sola vocal da tono a toda una frase, ¿verdad que sí? Pero a lo que iba, que me lían y me pierdo por los senderos de este largo camino de negro asfalto. “¿Qué camino? Si está su majestad sentada.” Dirán con afán de desviar la conversación inicial por otros derroteros, por caminos que se desvían de la negra carretera de asfalto. Pues les diré que estoy sentada en medio del camino, haciendo un descanso. La vida de reina no es sencilla. ¡Ajá! He visto una sonrisilla escaparse por el rincón derecho de sus labios, sí, no la esconda… el sarcasmo siempre asoma, si no es por los labios, es por los ojos, y si no por la garganta en una ahogada carcajada…

Nuevo Manual de Urbanidad, Cortesía,
Decoro y Etiqueta
Ah, sí… Decía. Les decía que no por ser reina pertenezco a un estrato social. No. Mi reino es tan difuso… En mi reino no hay estratos. Verán, no me he presentado, ¡qué poca educación! Aunque, a juzgar por sus posturas y a pesar de mi recomendación, ustedes tampoco la poseen en abundancia. En alguna vida pasada les hubiera mandado cortar la cabeza sólo por ese infame acomodamiento, pero en esta vida me han puesto un Corazón.

Lo peor de este implante no es el implante. Es el recordar el Antes. El Antes, sí, con mayúscula. Antes del implante no sufría remordimientos, no me equivocaba, no había mayor verdad que la mía.

En el Después he venido observando a varios de mis consejeros. Y digo observando porque lo que es hablar, no me hablan mucho, tienen una mirada huidiza bastante molesta y siempre parecen ir con prisas. Siempre tienen prisa por ir a tal o a cual sitio. He llegado a la conclusión de que la prisa es la excusa que se utiliza para no ahondar en los remordimientos, en los equívocos. Y cuando no tienen prisa tapan sus verdades incómodas con un trapito muy limpio y bien bordado, con algunos hilillos sueltos, pero puesto con mucha gracia. De vez en cuando miran debajo del pañuelo con timidez y rápidamente vuelven a colocarlo de la mejor manera posible, como si nunca hubieran echado un vistazo debajo del pañuelo, y se convencen (me intentan convencer) de que es así puesto que, con las prisas que llevan, nunca hubieran tenido tiempo para eso. No. Nada de pañuelos. “¿Qué pañuelo? ¿Bordado? Yo los uso desechables, ¿usted no?”

Pues verán. No. No los usan desechables. Esos se los venden a ustedes; ellos, mis consejeros, los lavan. Por lo visto, debajo de sus pañuelos suele haber cosas muy farragosas que acaban ensuciando cualquier pañuelo.

Y como va contra mis normas de decoro higiénico esto que ellos hacían, los he echado.

Vean. ¿Acaso no tengo Corazón?
Pueden irse si lo desean.

Pero en otro tiempo les hubiera cortado la cabeza. Pero eso era en el Antes. Lo hubiera ordenado, que les cortaran la cabeza.

No, no a ustedes. A ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario