Concédame este vals

Ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio, ocho horas de sueño. Días laborables, días festivos. Puede elegir la distribución de sus vacaciones, dentro del marco de la sensatez. Cada día, cada hora: cada uno de los instantes que contienen debe obedecer al propósito que les corresponde. Sólo será lícito lo que quede comprendido en el marco acordado, cuídese de desdibujar sus límites: no descanse durante las horas de trabajo, no duerma durante las horas de ocio, respete las horas de sueño: un delicado equilibrio.

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“La disciplina fabrica individuos; es la técnica específica de un poder que se da a los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio.”
Michel Foucault. Vigilar y castigar.

Toda alteración en uno de estos tres campos incide en los otros dos, desestabiliza al individuo convirtiéndolo en una herramienta pobre. Deben aprovecharse sus horas de ocio, sus vacaciones: libere estrés, respire, sólo así estará óptimamente dispuesto para volver a desempeñarse como instrumento. Juegue a la lotería, la ilusión es buena, mas si gana, no piense en dejar su trabajo: se sentirá vacío, absurdo en la explanada de su ociosidad. Otros han pasado por ello y pueden decírselo. Usted necesita trabajar, rellenar los huecos, ser alguien de provecho. ¿De provecho para quién? Para sí mismo, por supuesto. Usted es un individuo. La disciplina es un vals que usted necesita aprender a bailar. O quizá más bien el vals es su vida, la de usted, y la disciplina es el apuesto caballero que guía sus pasos hacia el perfeccionamiento de la técnica. Los aplausos le esperan.

entropía. (s.v. R.A.E.)
(Del gr. ντροπία, vuelta, usado en varios sentidos figurados).
1. f. Fís. Magnitud termodinámica que mide la parte no utilizable de la energía contenida en un sistema.
2. f. Fís. Medida del desorden de un sistema. Una masa de una sustancia con sus moléculas regularmente ordenadas, formando un cristal, tiene entropía mucho menor que la misma sustancia en forma de gas con sus moléculas libres y en pleno desorden.
3. f. Inform. Medida de la incertidumbre existente ante un conjunto de mensajes, de los cuales se va a recibir uno solo.

El paso a la modernidad marca, en buena medida, el paso de una sociedad punitiva a una sociedad disciplinaria; no se trata ya de castigar, sino de prevenir el castigo mediante la imposición de una disciplina cada vez más infinitesimal. La disciplina ha de subyacer en todo gesto: es sobre todo un ritmo, una prosodia perfectamente económica. Como todo ideal, no deja de ser utopía, máxima aspiración del sistema disciplinario. A ello se opone precisamente la entropía. Entendamos por entropía la energía que irremediablemente se pierde por disipación o fricción en el desempeño de cualquier actividad, de modo que no queda transformada en trabajo útil. Es la chinita en el zapato, la contaminación acústica, el chicle, el tic nervioso, la falta de atención, la duda, la postura viciada. Hay quien recientemente la reconoce bajo motes como “pensamiento divergente” o “pensamiento lateral”. Puede ser muchas cosas, muchos nombres pero siempre es. La entropía que malogra la eficiencia del individuo-instrumento, quiebra su ritmo, introduce silencios en su prosodia y lo fuerza a marchar siempre a la zaga del ideal disciplinario. Se establece la dialéctica de la zanahoria y el burro –cada paso más eficaz, más inflexible, menos imperfecto que el anterior. Es una guerra bacteriológica y se libra tras cada párpado, tras cada pulso en la pista de baile.

Pero dígame, ¿le gusta el vals?


De interés nacional:

1 comentario:

  1. Puede que sí me guste el vals, si bien no puedo afirmar con certeza mis preferencias. Me aflige informarle (aunque dudo que no haya reparado ya en ello) de que se han inventado otros sones. La disciplina no es ya el instrumento de poder de la episteme imperante y, sin embargo, no ha dejado de ser. Los nuevos bailes son personalizados, hergonómicos y no ortopédicos. La entropía de la que habla es ahora un paso más en el foxtrot de unos o el tango de otros. La única cabida para el pensamiento divergente es la catatonia, una lástima... Como ve, quizá sería preferible que nos gustara el vals, al menos podríamos decir "yo" con coherencia.

    Me permito, asímismo, dejarle un enlace a un artículo mío como ampliación de mi respuesta cuyo tema a tratar es precisamente esta hibridación epistemológica que nos ha tocado vivir
    http://nomorewhitenoise.wordpress.com/2013/03/12/gd-fg/

    Es irónico que ahora que no podemos decir "yo" no cesen de brotar escaparates de cerebros ¿nacerá esta necesidad de una intuición de que no hay tal "yo"?

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